jueves, 28 de mayo de 2009

Estado y legitimidad. Un punto de vista hacia el eslabón de la pérfida democracia

Atardecer desde el Punte Rafael Urdaneta. Foto Gabriela Caroina Perozo Balza 2008

Hay dos tendencias peligrosas que deben evitarse en el campo de las relaciones humanas. La primera es promover el discurso de la culpa y la acusación. Las comunidades están formadas por emociones que se contraponen al paisaje de la pobreza o exclusión social.

La segunda, hace referencia a la discusión de lo sociológico y/o político, y más terrible aun en el campo de la sociología política, no debe empantanarse en dilucidaciones comparativas acerca de las teorías contratantes de la Democracia y la naturaleza de la soberanía popular respecto a los derechos de las minorías en la Democracia Representativa.

Adentrarse en cualquiera de estas dos vías significa enredarse en un debate puramente ideológico que tendría poca utilidad en el plano de la realidad, para entender como Venezuela se convirtió en una sociedad tan violenta y polarizada, mucho menos para abordar la posibilidad de mantener o consolidar la Democracia para el futuro.

Seguir cualquiera de estos dos planteamientos en el mejor de los casos, solo evidencia el sesgo del autor; Como afirma el Ex presidente de Brasil Dr. Fernando Cardozo “la interpretación subjetiva a nivel meramente político”

La idea fundamental que se discute entraña dilucidar el fracaso de la dirección democrática en función del fracaso o fractura de la condición de Estado. Por ejemplo, El fracaso en la protección de la ciudadanía como política de Estado, incide en las libertades civiles básicas, tales como el derecho de libre asociación y manifestación pública.

La estructura del poder central en relación a las estructuras políticas comunitarias.
A pesar del sistema de Estado Federativo que rige en Venezuela; La administración de los fondos de todo el sistema federal es controlada casi por completo de facto por el poder ejecutivo y la asamblea nacional.

Desde el fin de la Guerra Federal, con el inicio de la dictadura de Juan Vicente Gómez en 1911, el Estado venezolano ha mantenido una fuerte tendencia centralizadora, aun contraria a los mismos postulados contenidos en la Constitución.

El esquema macroeconómico actual es continuación, con más o menos maquillaje, del esquema proteccionismo y sustitutivo de importaciones, revestido de liberalismo y populismo colapsado (y sin sustituto) por los impredecibles ciclos de precios de los productos y la perdida, a lo largo de los años, de la cuota de participación en los mercados internacionales para extracción y exportación de petróleo

Paradójicamente, y parece que contradice la afirmación anterior, los inmensos ingresos petroleros, que año tras años, gobierno tras gobierno, ha recibido el ejecutivo se han invertido en empresas propiedad del Estado para producir acero, aluminio y electricidad, para satisfacer las demandas del mercado nacional e internacional, con la curiosa particularidad de ser materia prima sustituta de materia prima.

Esto es, los japoneses compran la materia prima aluminio a las nuestras empresas de Guyana y nosotros le “compramos” bienes finales elaborados con ese aluminio.

El monopolio y control del Estado sobre todas las industrias básicas funciona de forma similar a las economías planificadas de la era soviética. El estado también genero planes quinquenales y se premio a quien a trocha y mocha “cumplió” con las “metas”.
Pero cuarenta años más tarde aun hay grandes contingentes de la población que vive en condiciones de pobreza crítica y empeorando. Por ello aun los candidatos siguen “amando a los pobres”.

Después de casi cinco décadas y de todos los billones de dólares del mundo, el petróleo continúa sirviendo para el populismo, la corrupción y la reproducción de la pobreza como sustento de la Legitimidad del Estado


El nuevo contrato social requiere la presión sobre las instituciones democráticas.



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