domingo, 11 de septiembre de 2011

Del control de las elites al control de ciudadano. iv


Inciso necesario.

En la entrega anterior, incurrimos en la ligereza de no revisar el párrafo que se inicia con el planteamiento de los “americanos de valía” y culmina con el presidencialismo como modelo de cultura política sustentada por las elites del poder. Escritura un tanto enrevesada del texto que no permite la comprensión cabal de la idea; en tal sentido lo colocamos en esta sección de forma correcta:

Americanos de valía, que de seguro hoy ven con poco agrado el poder de elites que desangran el corazón de América. Son las rancherías marginales de Brasil o Venezuela igualitas de inseguras a las del Salvador o Nicaragua o las de México. Rancherías humanas plagadas de vicios, santerías, delincuencia, cristianismo, marxismo, socialismo del XXI, liberalismo, integrados en un imaginario social dinámico que crece atizado por elites del voto democrático y de caudillos personalistas. Es el modelo de cultura política sustentado bajo control de elites, que suponen democracias estables y ciudadanos racionales.

Del control de las elites al control de ciudadano

Es fundamental que las democracias se fundamenten, entre otros aspectos, en la ciudadanía como principio de actores racionales e iguales ante la Ley y en la legitimación del poder del funcionario en su actuación frente a la administración de los asuntos del Estado.

El ciudadano sustenta el consenso que ante la Ley obtiene quien detectan el poder del Estado mediante el acto del voto. El ciudadano no es una entelequia que solo voto u opina o participa de enunciados que desde el gobierno se dan sobre aspectos puntuales de planificación o ejecución o inclusive de contraloría social.

Ciudadano es el Presidente, el Contralor o el empresario o el trabajador que en sí, condensan los rasgos que dan forma a la cultura política democrática en un contexto social dado. La cultura es esencialmente un rasgo vivo, proveniente de la acción consciente del hombre para producir relaciones entre sus semejantes. No es que el funcionario o el ciudadano formen entidades separadas. La noción de público o privado están cohesionadas a la noción de cultura política; es la amalgama que, en su contenido ideológico, define formas de relaciones, de comportamiento.

Por otro lado, la noción de legitimación del poder por parte del ciudadano, evidencia la actuación de elites que enquistadas en el poder del Estado, le asignan privilegios a los cargos de autoridad. Que terrible es observar como funcionarios de niveles intermedios disfrutar, junto a familiares y relacionados, de privilegios en cargos que inmisciblemente no lo ameritan. Choferes que son niñeros u auxiliares domésticos o guardaespaldas. Esto por citar un ejemplo que ilustra perfectamente como ciudadanos, y nos referimos al chofer, son abusados en su condición por el principio de gobiernos Presidencialistas. No son los funcionarios públicos, en su dimensión, fieles exponentes de la cultura política cuyo fundamento es la dominación de la figura del presidente como un caudillo y jefe del partido o de la colación de partidos de gobierno.

El ciudadano no es en principio un solicitante de servicio o un beneficiario de la asistencia o un contribuyente; El ciudadano es, un Ser Humano que en su condición de habitante de una comunidad sociocultural dada, asume principios y valores normativos de su vida y de las relaciones con sus semejantes. Su actuación en la convivencia es cívica porque responde a la normativa constitucional. Entre el ciudadano de actuación privada y el de actuación pública solo media el Rol, que en democracia es equitativo, justo y responsable indistintamente de su status.

Es este ciudadano que en principio de Ser Humano tiene conciencia de su Rol, para asumir con responsabilidad su participación en los asuntos del Estado para solicitar canales y condiciones de actuar como igual ante sus representantes.

Cuando el ciudadano no es simplemente un receptor, sino que es principio de la concepción de vida democrática, desde la familia, la democracia recobra su calidad y eficiencia.

El enquistamiento de figuras caudillistas, jefes de partidos, empresarios de empresas públicas, un caudal de familiares, amigo y relacionados rotando y posicionados en cargos públicos crea las elites de poder devenidas de la sociedad civil. Son socios circunstanciales que operan tras bastidores para sustentar con apoyo financiero a los grupos políticos que aspiran u ostentan el poder. Sino es así, que un Presidente, o legislador o gobernador o alcalde arroje la primera piedra sobre este humilde blog.

Reflexión…

El demócrata cree en el equilibrio del poder, como principio activo de la participación del ciudadano en las instituciones públicas o privadas, sin depender en su actuación de imposiciones desde arriba o confiscación de la autonomía en su decisión.

El demócrata cree en la desconcentración del poder de grupos o elites.

El demócrata cree en el poder compartido, no entre una camarilla de privilegiados y sus familiares, amigos y relacionados; sino entre ciudadanos conscientes de su condición de convivencia cívica, equitativa, justa y responsable.

Si no echen, número de los demócratas de nuestra América política, donde con tanta reelección, los providenciales tienen tanto coro, como gobiernos ganados.

Por ejemplo el Presidente dominicano Leonel Fernández con periodos entre 1966 a 2000, luego un receso, como descanso del agite, para regresar en el 2004 al 2008, luego 2008 hasta el 2012.

Álvaro Uribe en Colombia del 2002 al 2010 o Evo Morales con sus nueve años que van desde 2006 al 2015, o Hugo Rafael Chávez Frías con trece años y buscando para el 2012 un nuevo periodo de seis años, que si lo logra se sube a 19 años consecutivos.

Pero nada de eso se compara con Fidel, ho Fidel lo máximo y para que respeten, se retira y deja a su hermano como para que respeten.

Los diferencia su condición ideológica de izquierda o derecha, pero los iguala la reelección y continuidad en el poder.


domingo, 4 de septiembre de 2011

El control de las elites (iii)


Es clásico en América Latina adhesión del ciudadano a las elites gobernantes, al partido de gobierno, a los sectores políticos que detentan el poder. Ese es el ciudadano que operador político o no comprende que, entre otros medios, se accede a los beneficios del Estado mediante el asistencialismo de las propias instituciones públicas. Regularmente no hay otra vía, es lamentable esta afirmación, que no es exclusiva de quien suscribe este Blog. De allí que el control de las elites es asunto de estudio, dado los cambios de concepción ideológica en una parte importante de países de Latinoamericanos. Se mantiene el tiempo de la supremacía de las Elites Políticas, de los operadores políticos del partido de turno en el gobierno.

Se matiné aun en la América Política, el sincretismo cultural aupado por elites, grupos, individualidades autoritarias que construyen esquemas de poder en función de la estrecha relación que existe entre grandes conglomerados humanos en la extrema pobreza e individualidades populistas, carismáticas o simplemente autoritarias, sumadas a la inmensa riquezas natural explotada a mansalva por grupos económicos locales vinculados al capital trasnacional. Esta relación está ligada, por el caudillo; pero su fuente está en las creencias mesiánicas de América, por el “salvador que surgirá de sus entrañas” para liberarla del conquistador, que para unos es chino, soviético, inglés, norteamericano o cualquier otro designado externo que sirva de excusa izquierda o derecha, ante tamaño despilfarro de renta petrolera, agro minera, agropecuaria o simplemente humana.

Suena fuerte, pero; donde está la autocrítica necesaria para revisar errores consecuente. Narro una historia popular, la cual refiere que ante el acoso permanente del conquistador, el indio latinoamericano invento el Dorado, lo que “enloqueció” la codicia del conquistador por encontrar en el Amazonas esa ciudad construida de oro puro. Resulta que en el Amazonas era poblada de anacondas, arañas gigantes, pirañas, gorilas, ranas venenosas, lluvias torrenciales que mermaron a mordiscos y epidemias la codicia bárbara del conquistador. O las historias de ilustres americanos que sembraron de gloria la Europa Colonial; por citar a Don Francisco de Miranda, ilustre caraqueño que luce el estandarte latinoamericano en el viejo y en el nuevo continente de su epoca.

Americanos de valía, que de seguro hoy ven con poco agrado el poder de elites que desangran el corazón de América. Son las rancherías marginales de Brasil o Venezuela igualitas de inseguras a las del Salvador o Nicaragua o las de México. Rancherías humanas plagadas de vicios, santerías, delincuencia, cristianismo, marxismo, socialismo del XXI, liberalismo, integrados en un imaginario social dinámico que crece atizado por elites del voto democrático y de caudillos personalistas.

Es modelo que se ha sustentado en el modelo de cultura política bajo control de elites, que suponen democracias estables y ciudadanos racionales. Óptica difícil para unos y otros (digo de izquierda y derecha). Los primeros tipifican un ciudadano liberal, individualista producto de la propiedad privada capitalista. Mientras que los segundos satanizan al Estado-propietario y social que hace de lo público su botín personal para enriquecer la camarilla. Lo cierto es que en ambos casos, (de nuevo las elites) el ciudadano común convive con la inflación, impunidad, inseguridad, insalubridad, servicios públicos deficientes, rancherías como vivienda, pero eso sí, con un Presidente y su elite, dispuesto a sacrificarse él, su familia y amigotes a ocupar cargos públicos para defender a su país de los chinos o ingleses o norteamericanos o rusos según sea el caso.