domingo, 23 de octubre de 2011

Democracia y elites. El gobierno de las minorías. (ii)

Antes de continuar con la referencia a las élites, el poder y la democracia plena es conveniente acotar lo emocionante de la lectura del artículo Aportes de la “Teoría y la praxis para la nueva gobernanza” (Agosto.2002) de la Dra Ma. Victoria Whittingham en cuanto la importancia que cobra tal definición para la intención expresa del autor de ubicar la democracia, en cualquiera de sus acepciones de derecha o izquierda, como condicionada por asociación o coalición de elites que orientan la acción de gobernar hacia sus intereses particulares. La ambigüedad de pueblo, es tan superficial como brutalmente es su uso para acercarse a quien representa el voto necesario para ser elegido en un proceso electoral.

Aun hoy concebimos la democracia como la libertad, la igualdad o el derecho al voto, lo cual reduce la acción de gobierno a condicionantes jerárquicos y/o de control, tal como lo expresa la citada autora en tanto que las formas de “gobernar” buscan “promover y garantizar el desarrollo sostenible y la democracia”. Efectivamente ese es el espíritu de la letra, y mas aun, como lo expresa el Dr. H Kelsen, es el espíritu de la ley que regula las libertadas e igualdades de los individuos o grupos que actúan en el sistema democrático, sujetos al ejercicio del gobierno. Así en general, es el control de las élites del gobierno que gobierna en función de “todos los ciudadanos”.

Es la formación de patrones, normas y arreglos a fines compartidos que limitan la igualdad, la libertad y el mismísimo voto a lo que el ejercicio de gobierno ubica como justo en razón de la equidad socialmente necesaria de otorgarle a cada quien lo que en justicia debe recibir según sus esfuerzo. No es igual un funcionario que amparado por la jerarquía de su cargo se enriquece, o debe merecer la misma libertad que disfruta el funcionario que actúa con apego a la Ley. Banal lo podríamos catalogar, pero no es este un principio de la lealtad a las élites que por micho tiempo han sometido la democracia latinoamericana, por solo citar este lado del mundo.

De allí que el ejercicio publico como ejercicio de la Sociedad Política, hoy aparece bien difuso en tanto que organismos que financiados por el Estado actúan como “agentes ajenos a el” para generar bienestar, de acuerdo a directrices de elites políticas que desde puestos de liderazgo político ejercen férreo control sobre esas mismas organizaciones de la Sociedad Civil. Es la mano del Estado operada para ampliar no solo la capacidad de financiamiento a las comunidades, sino de ejercer el control disciplinario a quienes requiriendo los beneficios del bienestar, se someten al control de las elites políticas. Tal como lo expresa la Dra Whittingham, es un espacio de lo público ampliado para introducirle elementos a la noción de Gobernanza.

La Democracia se consagra en el ejercicio de la justicia y la equidad entre quienes siendo ciudadanos, aceptan en arreglos a fines que la única posibilidad de ejercer sus derechos es ejerciendo sus obligaciones. De allí que el ejercicio de liderazgo pleno de quienes ejercen la función de Gobierno del Estado, tienen ante si el reto de fortalecer las relaciones o propiciar los cambios radicales que el sistema de relaciones requiera para que el bienestar sea mas que una quimera electoral e incluya un espacio equitativo en el proceso de ejercicio pleno de la Democracia.

Este no es un voto de confianza a la “democracia plena”, es simplemente un punto de reflexión para concluir en este apartado que la gobernanza es un juego de poder por la construcción de un liderazgo, fundado en intereses, conflicto y negociaciones de elites, que subyugan el concepto de lo local, a la supremacía del desarrollo de bienestar como un bien nacional, que se promulga desde los centros de poder político público y sus consecuentes extensiones de lo privado (o viceversa)


sábado, 8 de octubre de 2011

De las élites a la democracia plena. (I)


La democracia plena es un viejo ideal de los oprimidos gestado en confrontación con el elitismo. El constitucionalismo contemporáneo mantiene este desprecio hacia las masas, bajo la pantalla del formalismo republicano.

Ya no identifica directamente la democracia con el desorden, la muchedumbre y la degeneración de gobiernos sometidos a multitudes incultas.

Pero acepta únicamente el régimen político que preserva el poder de los capitalistas

El socialismo apunta a construir una sociedad igualitaria a partir de la erradicación del capitalismo y la expansión de la propiedad colectiva de los medios de producción.

Este proceso exige desenvolver la autodeterminación popular, bajo una modalidad que debería contener las características de una democracia socialista. Este sistema político sustituirá el régimen actualmente dominado por los banqueros, los industriales y los burócratas por un gobierno soberano del pueblo, que pondrá en práctica una democracia real

Al sustraer los derechos esenciales (educación, salud, alimentación, ingreso básico) de las reglas de mercado, una transformación socialista permitirá mejorar el nivel de vida y reducir drásticamente la desigualdad. La paulatina socialización del proceso productivo aportará a la población los recursos, el tiempo y las calificaciones necesarias para participar, deliberar y decidir los destinos de la sociedad. Estos cambios favorecerán la expansión de la democracia a todas las áreas de la vida social. Formas de gestión mayoritarias serían introducidas en la economía (fábricas, bancos, servicios), el estado (administración, ejército, justicia) y la actividad pública (educación, salud, medios de comunicación). La mera rotación de funcionarios al servicio de las clases dominantes quedará sustituida por una efectiva presencia de los exponentes de la opinión popular.

De esta forma cesaría la separación entre esferas políticas -formalmente sometidas al voto ciudadano- y áreas económicas exceptuadas de ese principio. Desaparecería la fractura que ha permitido a los capitalistas dominar, sin transparentar la supremacía que ejercen en la sociedad actual.

La democracia socialista generalizará todas las iniciativas que favorecen la intervención masiva. La deliberación popular, las audiencias públicas y las consultas periódicas ya no serán episodios pasajeros. Conformarán la norma usual de un sistema regido por la autoadministración y sostenido en mecanismos de participación, representación y control colectivo.

Las principales decisiones quedarán sometidas al dictamen del voto, que expresará el poder real de los sufragantes.

Los comicios actualmente consensuados por las clases opresoras se transformarán en desenlaces reales de la voluntad colectiva. Estos actos dilucidarán encrucijadas relevantes, zanjarán conflictos y brindarán aval a las iniciativas más apreciadas.