No tiene cabida en la democracia socialista el pensamiento único, la idolatría, el personalismo, nepotismo y los vicios que sustentaron la democracia liberal capitalista del puntofijismo en Venezuela.
De allí que iniciamos estas reflexiones en este tono del discurso. No hay cabida en la democracia socialista de operarios de esquina de la casa del partido, ni partidarios electorales de oficio o funcionarios que ocupan cargo porque llama y sencillamente son amigos, compañeritos que pega proponga o tiene un comité o “simplemente es mi familia pana y ese, a la final tiene vocación de chofer”
Autor de prolija producción Manuel Alcántara Sáez (1994) señala que la gobernabilidad puede ser entendida como el conjunto de condiciones ético/políticas favorables a la acción de gobierno.
Tal como lo plantea el citado autor la gobernabilidad (ideal) designa el equilibrio que se logra entre instancias de gobierno, mediaciones y prácticas y la comunidad para adecuar las exigencias sociales y las acciones del aparato burocrático de los diferentes poderes del Estado.
El autor indica que es en el seno del gobierno concurren situaciones que se podrían considerar en dos premisas fundamentales: La primera, está en la conformación del gobierno y la segunda en relación a la conformación estructural del partido político como sostén del proceso democrático.
La segunda premisa está sustentada, en las estructuras mentales de lo que se denomina el legado histórico de la Democracia y el modo de producción que sustente el sistema económico dominante.
En ambos casos, la noción de Democracia como valor en sí mismo, mantiene históricamente la conciencia colectiva de apego a la gobernabilidad en base a las prácticas políticas, que le han otorgado tanto al gobierno como a la sociedad, la sensación de satisfacción de necesidades. Es el aparato burocrático, con funcionarios adscritos al partido oficial. Estos funcionarios que son actores políticos de la sociedad operan en organismos del Estado, encargados de distribuir bienestar.