viernes, 27 de febrero de 2009



Cultura política y formación de ideologías

La Cultura Política es, quizás, una de las variables sociales, que junto a la ideología, se fortalece de símbolos abstractos a través de los cuales se explica la realidad.

Democracia, dictadura, república, monarquía, capitalismo, socialismo son expresiones de la realidad que se sustentan en una simbología sociocultural. Lo individual-colectivo se compensa con la maximización de la industria cultural, propia del Sistema Capitalista, que produce y trasmite la demanda masiva del consumo simbólico que la Industria Cultural (T Adorno 1968) convierte en productos de consumo masivo.
La Industria Cultural masifica los medios y símbolos culturales en productos de consumo masivo que vinculada a la transculturización que mezcla folclore, marcas, moda y tradiciones en un producto universal que desdibujan los valores propios de la Cultura Nacional

La Cultura Política es funcional en la medida que integra socialmente al hombre, quien se individualiza como “consumidor” de una “cultura” que orienta y reglamenta la conducta socialmente aceptada, que “paraliza el espíritu”, aniquilando el sentido de sociedad como escenario de materialización del hombre (F. Nietzche,1968)

La cultura en general trasfiere “falsa conciencia” mediante la conversión (reflejo) de valores, normas que el sistema de la dominación “impone” en un momento histórico determinado.

De allí que la Cultura Política conforme junto a la Estructura Cultural Oficial el Estilo de Vida Democrático que sustenta la colectivización de sujetos ideológicos que en sus múltiples roles se comportan dentro del ámbito familiar

En la medida que la conciencia se convierte en “reflejo” (ideología) de la Clase Dominante, la interpretación de sí misma llega a identificar la cultura con las normas que el sistema económico-social-político dominante difunde en la sociedad. Este momento de internalización de la cultura como valores del comportamiento socialmente aceptado, es quizás el centro de la propuesta de Jean Jaques Rousseau: el hombre entra en la civilización de la mano de lo natural y moral de la condición de hombre, educado dentro de los principios de la sociedad.
Sin la intención de simplificar el planteamiento de Rousseau, se podría afirmar que el hombre por su condición biológica natural, puede ser “educado” para interactuar con un colectivo de “seres racionales” socialmente aceptados por un determinado sistema normativo.

Pero, el hombre no es un ser colectivo con una visión particular acerca de la sociedad.
La religión, da una única “razón” del origen del hombre, pero, por más que se afane, las distintas corrientes religiosas, se separan cada vez más entre sí, abriendo espacios irreconciliables entre los hombres.

Emmanuel Kant propuso que el hombre no se reconoce ser social en virtud de su origen natural, Es la capacidad de actuar libremente de la condición natural de su origen, lo que permite que el hombre se pueda reconocer en sus múltiples “papeles” que interpreta en la vida.

La racionalidad del hombre se concreta en su capacidad de actuar independientemente de la naturaleza; creando condiciones objetivas para satisfacer sus necesidades, contradiciendo, en ocasiones, la “fuerza de la naturaleza”.

La cultura se reafirma, cuando es asumida como una actividad racional, libre, moral del hombre como creador de sus cambios y transformaciones, no como objeto pasivo, resultado de las consecuencias externas y fuera de su control. Productos creados por el hombre (ideología), condicionados por la conciencia y materializados en productos culturales de consumo masivo.

Es de esa forma como la cultura se identifica con la producción de la conciencia (ideología) moral, religiosa, jurídica, política que niega-refirma la existencia social del hombre, quien aparece ajeno a esa producción. La cultura asume la forma de símbolo de la conciencia, “ajeno” a la producción material del hombre.

La identificación de la cultura con un producto creado por intelectuales, significa la transformación del pensamiento de la clase dominante en norma y conducta dominante en el desarrollo cultural.

La cultura resultada del carácter material y del modo de existencia histórica del hombre. En la sociedad capitalista, la cultura existe en forma de objetos manufacturados, capaces de satisfacer la “voracidad” de las sociedades de consumo. El valor del objeto lo determina su utilidad y su forma, que representan un medio de relación entre los hombres en la sociedad; como forma particular de interrelación entre el momento histórico de su creación y el desarrollo social.

El objeto cultural encarna la existencia social del hombre, sus fuerzas de desarrollo social, su conocimiento y su capacidad de trascender en la historia de la sociedad.

La importancia de la cultura lo constituye el desarrollo del hombre como sujeto social, el desarrollo de sus fuerzas creativas y productivas y posibilidades de comunicación entre sí.

La cultura cívica, por ejemplo, representa el conjunto de normas y principios democráticos que sustentan el reglamento operativo del sistema democrático. Sistema cultural relacionado con el código de relaciones democráticas que sustentan dicho sistema.

Romper una norma cultural de la democracia, significa desacatar la conducta cívica que todo ciudadano debe observar.


Cultura política y hegemonía.

La unidad de un pueblo o nación no está garantizada por la existencia de una sola cultura, ni porque una se haya impuesto a las demás, sino por la coexistencia equilibrada de varias culturas.

En la lucha por la Hegemonía, la cultura dominante busca mantener el control por las manifestaciones simbólicas y materiales culturales de las otras manifestaciones de lo nacional-popular, marcándolas con los signos valorativos de la dominación y sus productos la cultura de masas, pero sin hacer desaparecer los signos característicos de las culturas dominadas.

De allí que la cultura dominante aísla los valores – ideológicos de la tradición y se nutre de ellos por medio de procesos de reelaboración – selección hechos a su entero arbitrio y conveniencia por la industria cultural.

En la lucha por la Hegemonía, bien en democracia o dictadura, la Cultura Dominante tiende, por su propio carácter, a imponer “su” cultura como dominante sobre las demás, o simplemente a reproducir las formas de dominación bajo otras formas.

Los nuevos movimientos sociales conjugan una ofensiva contracultural que se desarrolla frente a una cultura dominante establecida o que pretende establecerse como dominante.

No se plantean la conquista del poder, sino la ocupación de espacios de autonomía, creando su propio discurso ramificándolo en el arte, la religión, la ideología, a través de sus propias instituciones y, sobre todo, en los individuos mismos.

Los movimientos culturales en las comunidades se constituyen en germen de la resistencia social. De los grupos comunitarios deberán surgir las propuestas de confrontación y rechazo al orden establecido por la Cultura Dominante.

Es en los grupos comunitarios donde se debe fortalecer la contracultura de la resistencia a la dominación cultural de las Clases Dominantes y los intelectuales de la Industria Cultural

1 comentario:

maire dijo...

muy enriquesedor el tema muy interesante!