
La vida cotidiana en América muestra como las relaciones entre actores organizados de la sociedad o simplemente el funcionamiento interno de la familia, se construye en base a actitudes que responde a las relaciones de integración o distanciamiento entre los grupos de poder. La representación del poder del Estado depende del personalismo que encara el líder, quien desde la primera magistratura orienta, arenga o toma para sí el control de las instituciones del Estado y de la familia. La familia es una extensión del escenario político de integración o disputa. Los miembros de la familia latinoamericana responden a las posiciones que en el plano político puedan o dejen de tomar quienes la integran. Apuntalado en la lectura de Norbert Lechner, en la familia latinoamericana se construyen actitudes y relaciones familiares forjadas al calor del ejercicio de autoridad y las relaciones al poder que modelan formas bien cuestionables de obediencia a la autoridad o de distanciamiento critico al poder y al orden establecido. Todo ello sobre la base de integración de la familia, como fuente valorativa de la convivencia y el orden cívico en la Democracia. (Los patios interiores de la Democracia. Subjetividad y política, 1988)
El ciudadano no ve ya la personalidad jurídica del Estado a la usanza del Dr. Hans Kelsen; Tras las experiencia de gobiernos de izquierda y el socialismo del siglo XXI, el Estado encarna la personalidad del líder autoritario que utiliza la sumisión, el nepotismo, la dadiva y los cuantiosos recursos de los estados mono productores de siempre, en la más absoluta compra de conciencias en las masas desposeídas de bienestar, por una parte y por la otra, las voluntades de funcionarios y familiares que se benefician de la “propiedad” estatal sobre empresas nacionalizadas o expropiadas.
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