lunes, 27 de junio de 2011

La democracia es lo cotidiano



En cuanto a la democracia de lo cotidiano, en su nivel operativo, nuevamente la administración, que puede proporcionar herramientas muy útiles para el funcionamiento eficiente de una sociedad autogestionada, también dota de una serie de técnicas sofisticadas a quienes quieren controlar y supervisar más de cerca a sus subordinados (el problema no es la técnica sino la actitud de quien la utiliza). A través de sistemas tan aparentemente atractivos como la "administración participativa" se exige más al trabajador, se le permite creer que él determina su destino y se utiliza su participación para reclamarle cuando hay descontento laboral. Largas reuniones con intervenciones plurales, para que finalmente los trabajadores decidan lo que ya se habla determinado con anterioridad: "paternalismo participativo". No debe sorprendernos que el trabajador se harte de sistemas en el que se le pida su aparente participación. El sabe que en realidad de lo que se trata es de aumentar la productividad, pero hasta donde ésta convenga a la autoridad.

Por otra parte, no se requiere de mayor ciencia para derrotar a la democracia institucional.

La técnica más usual es el cansancio. Se atiborra el orden del día de la asamblea general con puntos que deberían resolverse a nivel operativo; se utiliza un lenguaje técnico difícil de comprender y que a nadie le interesa escuchar, y se presentan las propuestas significativas al final de la reunión, después de largas horas de discusión estéril. Por eso el único deseo de los que sobreviven a tan agotadora asamblea es regresar a casa, y así los que deciden las cuestiones importantes son los que se quedan, es decir, los que idearon la trama. El poder se concentra y la democracia institucional pierde su contenido real y mantiene su estructura formal.

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