sábado, 18 de junio de 2011

Civismo, ética y democracia participativa. II



Que tema tan interesante este el de la ubicación conceptual de la noción de democracia como valor en sí mismo. Es el epicentro del éxito o fracaso de la implantación de un proyecto político o de algo más serio como lo es el derrocamiento y ascenso de un Bloque Histórico.

Los dos valores fundamentales de la democracia social son la equidad y la justicia. Ambos conjugados le otorgan al ciudadano la oportunidad de Autogobernarse. Esta noción rompe claramente con el Estado omnipresente, asistencialista, clientelar y “propietario” de las “riquezas de la nación”

El civismo privilegia la norma constitucional de la sociedad, supone la existencia irrestricta de la Constitución como norma y valor de vida en la democracia; y es a través de la Constitución, donde además, tiene sentido y contenido las instituciones, bajo condiciones de sociedades participativas, plurales y divergentes.

De allí que es necesario la cohesión, aun cuando parezca paradójico, social a contenido ético asentados en los espacios institucionales de la conducta democrática. Es decir, sociedades donde el dialogo es indispensable y es el criterio para llegar a acuerdos y decisiones acerca de la conducta optima (Ética) del ciudadano

El comportamiento cívico en Democracia participativa es plural como las ideas diversas llenas de contradicciones y desencuentros. Pero es la institucionalidad de la Democracia lo que le otorga a la participación la beligerancia que permite el crecimiento de la calidad de vida de la población; y es indiscutiblemente lo que le da solvencia moral al gobernante.

Es así de básico, “gobierno” implica la responsabilidad ética y el compromiso con los ciudadanos bajo la visión integradora de la Equidad y la Justicia Social.


La democracia exige Equidad y Justicia, lo cual requiere claridad y congruencia entre la acción oficial y los contenidos de las reglas. Esta congruencia puede verse afectada por el Autoritarismo vinculado a la nociva confusión entre autoridad, poder y privilegio devenido de un cargo.


Siempre que escribo de este tema recuerdo “al primo, hermano, esposo, hijo o simplemente amigo de fulanito que tiene un cargo de…” funcionario público que confunde poder y privilegios para su propio beneficio (y del selecto grupo de allegados), con la autoridad devenida del cargo.

Un Estado en el cual el funcionario utilice la autoridad para envilecerse y no para servir. Donde ejerzan el poder para amedrentar y enriquecerse o permitirlo, jamás será democracia participativa y mucho menos social.

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